En esta primera entrada de mi blog quisiera
hablar un poco de aquellas personas que, siendo cristianos evangélicos, hemos
optado por la Filosofía como opción de vida.
Cuando se habla de Filosofía se entra en un terreno pantanoso, aquí todos y todas pretenden tener la última palabra, todos y todas dan sus propias concepciones del mundo y de la verdad. No hablaremos de lo difícil que es hacer Filosofía des de un ambiente Cristiano Evangélico. Nos enfocaremos en ese "ser extraño" que pretende hablar de Dios y entenderlo, ese ser solitario sin aspiraciones de fama, ese ser dual ya que en su interior se libra una eterna batalla entre el "bien" y el "mal", en pocas palabras: hablaremos del Filósofo Evangélico.
Pero ¿qué batalla es esta que se libra en el
interior de nuestro filosofo? Hoy por hoy, nuestro filosofo es un ser
intranquilo, vive aterrado de cómo sus similares van cayendo poco a poco en la incredulidad.
Su lucha, es lucha porque entre más se acerca a ese Dios al cual sirve, parece
que cada vez más ese Dios se aleja de él. Se halla ante una encrucijada entre
creer y no creer. Se da cuenta que hace mucho su relación con Dios se ha vuelto
meramente académica. Cada día es una lucha constante en la cuela en un acto de valentía
(o quizá de cobardía) opta por creer contra todo lo que quiera derribar su fe.
Cada mañana el Filósofo Evangélico toma su postura existencial y decide creer
aun cuando el abismo entre Dios y él se haga más grande cada día.
Y si esta es su relación con Dios, cómo trata
nuestro filosofo con la Iglesia. Pues aquí las cosas no mejoran, aquí también
nuestro amigo e haya dividido. En la comunidad eclesiástica, nuestro amigo es
un ser extraño, incomprendido. Él, que no quiere más que llevar a sus amados
hermanos a la verdad de Dios, se ve atacado con constantes reprimendas. Se le
acusa de divisor, incrédulo, falto de piedad. Si más fuerzas decide dejar la
comunidad solo para darse cuenta que es la misma comunidad quien lo ha forjado.
Ante su mirada transcurren sus días y la Iglesia cada vez más desvía su camino,
ignorando los gritos de alerta de nuestro Filosofo.
¿Es, acaso, el mundo el único refugio de nuestro
incomprendido? Desafortunadamente nuestro incomprendido lo es, por ser muy
santo para el mundo pero demasiado mundano para la Iglesia.
Solo y cada vez lleno de más temor por perder a
su Dios, el Filósofo se acerca a la Biblia tratando de encontrar en ella
aliento y fuerzas para seguir su labor. Ante ella se cuestiona si vale la pena
esforzarse por su estudio sistemático. Su encuentro con las Escrituras ahora es
frio y metódico, en su interior parece que se agotó esa fuente que fluía agua
de vida. ¡Y de repente! Un Salmo abre su mente, su rostro se ilumina y es a
este Salmo que se aferra tratando de adquirir de él, el mayor contacto con la
Divinidad.
Muchas veces se pregunta si no será un hipócrita.
Sus similares en la comunidad eclesiástica lo ven como un sabio aunque ellos
mismos le desprecien, sin saber que en su interior él mismo se detesta y
reniega de su saber. Tiene pocos amigos, los cuales tratan de hacerlo desistir
de ese empeño por tratar de atrapar a Dios en silogismos. Ante aquellos de sus
amigos no creyentes aparece como un pío que se niega a retractarse de su fe,
ante los creyentes solo es aquel personaje que perdió su fe y aun se empeña en encontrarla.
Ellos se hallan en el "barco" de la comunidad, mientras el a nado
trata de alcanzar el barco.
El Filósofo es un ser de dos máscaras, una para
la Iglesia, otra para el mundo. Muchas veces confunde sus máscaras y esto
confunde a su vez al resto. ¿El santo y piadoso o el razonable y lógico? Su lucha
es decidir quien ganara la batalla. Hasta que esto se decida, está luchando a
favor de los derechos de los pobres, de los oprimidos, de las mujeres, de las minorías
sexuales. Trata de dar sentido a su vida luchando por una causa noble. Quizá en
esta causa reencuentre a su Dios y ese día puedo verlo nuevamente a sus rostro.
Mientras espera, espera a su Dios y espera que su fe débil algún día se
convierta en una fe mejor que la que el mismo espera tener.
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