El
presente artículo tiene como finalidad aclarar un poco el concepto de “Libre
albedrio”, tan extendido en nuestras iglesias de corte pentecostal. Si bien se
acepta en el presente artículo una facultad de elección en el ser humano, se
llegara a la conclusión de que esta facultad está totalmente afectada por el
pecado y solo los méritos de Cristo pueden restablecerla.[1]
Es muy
común dentro del ámbito eclesiástico confundir la noción de libre albedrío con
la noción de libertad y es por eso que antes de iniciar es necesario definir
ambas nociones. Desde un punto de vista bíblico el libre albedrio es la
posibilidad que se tiene de elegir entre el bien y el mal el cual está
totalmente afectado por el pecado. La libertad seria entonces el buen uso del
libre albedrio.
Como
podemos constatar por la experiencia, el ser humano es un agente moral
(facultad de obrar “bien” u obrar “mal”). Esto es un hecho comprobado
sociológicamente y psicológicamente. Negar el libre albedrio sería una burla al
buen juicio.
Ahora
bien la existencia de este libre albedrio ¿no suprime la soberanía de Divina?
¿No se cae sin querer en una paradoja teológica? A lo largo de la historia tanto
teólogos como filósofos cristianos han debatido esta supuesta paradoja y la
única solución a la que han llegado es la supresión del libre albedrio.
Si nos
vamos a la Biblia, el relato registrado en Génesis 3 es un ejemplo claro de la
existencia de la libre elección humana entre lo “bueno” y lo “malo”. El pecado
fue desde el principio de la creación la posibilidad ética. Cuando Dios creo a
seres morales, de antemano previo la posibilidad de que estos se inclinaran a
su propia voluntad y deseos, generando así el pecado y la maldad en el mundo.
Siguiendo
el relato del Génesis vemos como el versículo 6 registra:
“Cuando
la mujer vio que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos,
y que el árbol era deseable para alcanzar sabiduría, tomó de su fruto y comió;
y dio también a su marido que estaba con ella, y él comió.”[2]
En este
pasaje vemos como la mujer codicio y eligió comer del fruto, si bien la
serpiente genero influencia, fue el impulso interno lo que finalmente motivo a
la mujer a probar del fruto. Vemos así la facultad moral del ser humano en
acción.
Luego de
analizar este relato podemos concluir que el libre albedrio es una realidad, el
ser humano tiene la posibilidad de elegir entre el bien y el mal. Pero ¿no
sigue sin resolver la paradoja? ¿No genera esto un antropocentrismo, dejando en
manos del ser humano la facultad de su salvación?
Pues
bien, junto con la aceptación del libre albedrio debemos notar que después de
la caída en Edén, esta facultad de elección se vio afectada. El ser humano ya
no es capaz de elegir lo que es bueno ante los ojos de Dios, sino lo “bueno”
ante sus propios ojos. Opta por vivir conforme a su voluntad y no conforme a la
voluntad del único Dios verdadero y santo.
Esta gran
verdad es enseñada por la mejor tradición reformada y se puede resumir en el
primer punto del TULIP: “el ser humano está completamente afectado por el
pecado en todo su ser: cuerpo, alma, mente y emociones” el profeta Isaías lo
dice claramente:
“Si bien
todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de
inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos
llevaron como viento”[3]
Podemos
concluir que, si bien el ser humano tiene facultad de elección (libre
albedrio), esta facultad se vio afectada después de la caída. Que el ser humano
elige es una verdad innegable, pero que siempre elige mal es aún más
irrefutable. Con la caída se perdió el buen uso del libre albedrio, es decir,
se perdió la libertad.
Ala
perderse esta libertad el ser humano nunca podrá elegir a Dios en sus
propios medios, solo la libre elección divina a través de Cristo es la solución
a este dilema. Esta elección divina se basa en la libre voluntad y soberanía
Divina y no en nada que el ser humano haga. Por cuanto todos pecaron y están
destituidos de la gloria de Dios.
Solo en
la comunión con Dios a través de Cristo, el ser humano recobra su libertad
plena. Esta libertad no es más que el buen uso del albedrio y este buen uso
solo se manifiesta al seguir la voluntad del Dios vivo y santo, reconociendo
que el Espíritu Santo nos ayuda e perseverar hasta el final de los tiempos.
Amen.
[1] Para una mayor información véase
la defensa que del libre albedrio hace el filósofo reformado Alvin
Plantinga: http://es.wikipedia.org/wiki/Defensa_de_Alvin_Plantinga_del_libre_albedr%C3%ADo
y http://www.youtube.com/watch?v=cXjeVVcVmE0