jueves, 23 de octubre de 2014

ACERCA DEL LIBRE ALBEDRIO: ¿ES COMPATIBLE LA SOBERANIA DE DIOS CON LA LIBERTAD HUMANA?



El presente artículo tiene como finalidad aclarar un poco el concepto de “Libre albedrio”, tan extendido en nuestras iglesias de corte pentecostal. Si bien se acepta en el presente artículo una facultad de elección en el ser humano, se llegara a la conclusión de que esta facultad está totalmente afectada por el pecado y solo los méritos de Cristo pueden restablecerla.[1]

Es muy común dentro del ámbito eclesiástico confundir la noción de libre albedrío con la noción de libertad y es por eso que antes de iniciar es necesario definir ambas nociones. Desde un punto de vista bíblico el libre albedrio es la posibilidad que se tiene de elegir entre el bien y el mal el cual está totalmente afectado por el pecado. La libertad seria entonces el buen uso del libre albedrio.

Como podemos constatar por la experiencia, el ser humano es un agente moral (facultad de obrar “bien”  u obrar “mal”). Esto es un hecho comprobado sociológicamente y psicológicamente. Negar el libre albedrio sería una burla al buen juicio.

Ahora bien la existencia de este libre albedrio ¿no suprime la soberanía de Divina? ¿No se cae sin querer en una paradoja teológica? A lo largo de la historia tanto teólogos como filósofos cristianos han debatido esta supuesta paradoja y la única solución a la que han llegado es la supresión del libre albedrio.

Si nos vamos a la Biblia, el relato registrado en Génesis 3 es un ejemplo claro de la existencia de la libre elección humana entre lo “bueno” y lo “malo”. El pecado fue desde el principio de la creación la posibilidad ética. Cuando Dios creo a seres morales, de antemano previo la posibilidad de que estos se inclinaran a su propia voluntad y deseos, generando así el pecado y la maldad en el mundo.
Siguiendo el relato del Génesis vemos como el versículo 6 registra:
“Cuando la mujer vio que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y que el árbol era deseable para alcanzar sabiduría, tomó de su fruto y comió; y dio también a su marido que estaba con ella, y él comió.”[2]

En este pasaje vemos como la mujer codicio y eligió comer del fruto, si bien la serpiente genero influencia, fue el impulso interno lo que finalmente motivo a la mujer a probar del fruto. Vemos así la facultad moral del ser humano en acción.

Luego de analizar este relato podemos concluir que el libre albedrio es una realidad, el ser humano tiene la posibilidad de elegir entre el bien y el mal. Pero ¿no sigue sin resolver la paradoja? ¿No genera esto un antropocentrismo, dejando en manos del ser humano la facultad de su salvación?
Pues bien, junto con la aceptación del libre albedrio debemos notar que después de la caída en Edén, esta facultad de elección se vio afectada. El ser humano ya no es capaz de elegir lo que es bueno ante los ojos de Dios, sino lo “bueno” ante sus propios ojos. Opta por vivir conforme a su voluntad y no conforme a la voluntad del único Dios verdadero y santo.

Esta gran verdad es enseñada por la mejor tradición reformada y se puede resumir en el primer punto del TULIP: “el ser humano está completamente afectado por el pecado en todo su ser: cuerpo, alma, mente y emociones” el profeta Isaías lo dice claramente:

“Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento”[3]

Podemos concluir que, si bien el ser humano tiene facultad de elección (libre albedrio), esta facultad se vio afectada después de la caída. Que el ser humano elige es una verdad innegable, pero que siempre elige mal es aún más irrefutable. Con la caída se perdió el buen uso del libre albedrio, es decir, se perdió la libertad.
Ala perderse esta libertad el ser humano nunca podrá elegir a Dios en  sus propios medios, solo la libre elección divina a través de Cristo es la solución a este dilema. Esta elección divina se basa en la libre voluntad y soberanía Divina y no en nada que el ser humano haga. Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios.

Solo en la comunión con Dios a través de Cristo, el ser humano recobra su libertad plena. Esta libertad no es más que el buen uso del albedrio y este buen uso solo se manifiesta al seguir la voluntad del Dios vivo y santo, reconociendo que el Espíritu Santo nos ayuda e perseverar hasta el final de los tiempos. Amen.





[1] Para una mayor información véase la defensa que del libre albedrio  hace el filósofo reformado Alvin Plantinga: http://es.wikipedia.org/wiki/Defensa_de_Alvin_Plantinga_del_libre_albedr%C3%ADo y http://www.youtube.com/watch?v=cXjeVVcVmE0
[2] La Biblia de las Américas (© 1997 Lockman)
[3] Isaías 64:6 (Reina-Valera 1960)

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